lunes, 10 de agosto de 2009

PAPIN , EL PEQUEÑO INSTINTO ASESINO




Si a cualquier 'entendido' del fútbol le preguntan por los mitos del fútbol francés, dos nombres aparecen como acto reflejo: Michel Platini y Zinedine Zidane. Dos jugadores de clase mundial que dominaron el fútbol francés durante distintas épocas.

Y justo en medio, en esa época que comprende finales de los ochenta y comienzos de los noventa, es donde aparece otra de las leyendas francesas. Es la etapa de Jean Pierre Papin, ese pequeño delantero de gran remate que encandiló a los aficionados al fútbol por su calidad en los últimos metros, su tremendo olfato goleador y su repertorio de recursos en el remate.

La gran historia de Papin comenzó aquel mes de junio de 1986. México acogía por segunda vez un Mundial de fútbol. La Francia de Platini llegaba con el objetivo de mejorar el papel hecho en el Mundial de España, en el que cayó dignamente en semifinales. El combinado galo, sorprendentemente, era incapaz de batir a la débil Canadá en su primer partido. Fue entonces cuando, a falta de once minutos para el final, un frágil y diminuto delantero del sur de Francia salvó la papeleta. Se llamaba Jean Pierre Papin, tenía 22 años y nadie sabia nada de él.

Sus inicios en Vichy, su buena temporada en el Valenciennes y su demostración goleadora en el Brujas, marcando veinte goles, yacían en el anonimato. Tuvo que ser con los 'bleus', en una cita importante, y con el beneplácito del gran Platini, cuando Papin diera un paso al frente en el camino hacia la historia del fútbol. Y es que el gran icono futbolístico del momento en Francia fue quien dio el visto bueno. Platini le dijo a Henri Michel: "Me gusta, porque me recuerda a Boniek, con el que me entendía a la perfección en la Juventus". Así que Michel se lo llevó a Mexico, y sin realizar un Mundial soberbio, consiguió que el mundo ya contara con él.

Se dio a conocer con su gol ante Canadá en el primer partido de Francia en el Mundial de México 1986

Francia, por cierto, repitió la historia de hace cuatro años y se despidió en semifinales ante la Alemania de Brehme, Vöeller y compañía. Pero para Papin, ya contratado por el Marsella, era el comienzo de una exitosa carrera. Seis temporadas en las que gano cinco Ligas, en las que quedó cinco veces como máximo goleador de la Ligue 1 de manera consecutiva. Cerca de 150 goles en poco más de 200 partidos. Una época dorada redondeada por un Balón de Oro en 1991. Goles de todos los colores: de falta, desde fuera del área, de cabeza, empujándola, en el mano a mano con el portero...los recursos de ese pequeño delantero eran infinitos a la hora de rematar.

Correoso, luchador, rápido en el desmarque, sin contemplaciones ni entretenimientos en la definición. Tal era su imaginación y suficiencia a la hora de finalizar, que el punta de Boulogne-sur-Mer llegó a personalizar una manera de acabar las jugadas. La "Papinade" se convirtió en un sello de identidad de aquel maravilloso delantero. Una volea, lateral, casi a ras de suelo, de un gran valor estético, pero también efectiva. Ese remate forma parte hoy de la gran lista de detalles técnicos con nombre propio, justo antes de la 'roulette' de Zizou.

La "Papinade" se convirtió en un sello de identidad de aquel maravilloso delantero. Una volea, lateral, casi a ras de suelo

Tras el triunfal paso por la Ligue 1, llegó el Milan, con buenas actuaciones pero sin grandes alardes. Precisamente cuando Papin no respondía, llegó el premio de la Copa de Europa, título que había perdido las dos temporadas anteriores en la final. Pero él necesitaba seguir conviviendo con el gol, así que decidió cambiar de aires y probar suerte en el Bayern de Múnich.

La desafortunada aventura alemana le llevó de nuevo a sus orígenes. Relativamente, porque su destino fue Burdeos. En el Girondis dejó sus últimos detalles al máximo nivel, en dos temporadas donde demostró que el gol siempre le acompañaría. Se retiró en Segunda, con el En Avant Guingamp, pero a día de hoy, y con 46 'castañas', Papin ha vuelto a ponerse las botas. Eso sí a nivel aficionado. En los campos regionales de Aquitania ya sueñan con ver los últimos goles del gran Papin. Todo un lujo.


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