lunes, 24 de agosto de 2009

MUNDIAL MEXICO 1986




Probablemente el nombre del Mundial de México 86 es el que se halla más ligado al nombre de un solo futbolista. En efecto, las hazañas realizadas en él por Diego Armando Maradona fueron de tal magnitud, que le catapultaron de inmediato al Olimpo de los más grandes en la historia del balompié, amén de popularizar la idea de que ese campeonato del mundo lo ganó él solo.

Esto es cierto sólo en parte, porque si bien es cierto que Dieguito seguramente ha estado varios cuerpos por delante de cualquier jugador de los últimos treinta años, no puede despreciarse el plantel con el que Carlos Narigón Bilardo compareció a la cita mexicana. En el equipo tipo destacaban futbolistas como Jorge Burruchaga, fino centrocampista cuyo papel en la final fue decisivo, o Jorge Valdano, un delantero centro de manual cuya mejor baza era la efectividad. En defensa se complementaban a la perfección Brown y Óscar Ruggeri, mientras Nery Pumpido proporcionaba la necesaria seguridad debajo de los palos. Un equipo de gran solvencia al servicio del Diego, que con su magia lo transportó a la eternidad.

El sistema competitivo del Mundial había vuelto a cambiar; la segunda liguilla del Mundial 82 fue sustituida por un enfrentamiento de octavos de final, con lo cual la fase final quedó configurada como una copa a partido único, con el dramatismo subsiguiente. La modalidad tuvo tanto éxito que hoy día sigue vigente.

El camino de la albiceleste en la primera fase no fue demasiado difícil, y fue campeón de su grupo ganando todos sus partidos; Valdano hizo tres goles. En octavos de final el rival fue Uruguay, en un partido de rancio abolengo que sin embargo salió trabado; en cualquier caso, el gol de Pasculli dio una merecida victoria a Argentina, en un enfrentamiento en el que decepcionó el Príncipe Francescoli.



Sobre el cuarto de final contra Inglaterra se ha escrito tanto que casi no merece la pena abundar más. El famoso gol con la mano que no vio el tunecino Bennaceur, el gol más famoso y quizá mejor de la historia de los Mundiales, con Dios disfrazándose de Maradona para tumbar en el suelo a medio equipo inglés y marcar un gol que todos hemos visto mil veces y veremos mil más con la misma expresión de sorpresa… y también la dignidad de los británicos, que aun tuvieron poderío para levantarse en la tempestad, anotar un gol que daría el Pichichi a Lineker y mantener el nudo en la garganta a sus rivales hasta el mismo silbatazo final, poco después de que Olarticoechea sacara debajo de los palos el remate agónico del ariete inglés. Noventa minutos que fueron mucho más que un simple partido.

logo mejico.jpg Por comparación, la semifinal contra Bélgica fue sencilla para los sudamericanos, a quienes Maradona demolió en el segundo tiempo con una actuación portentosa, casi imposible, y dos goles de factura completamente diferente y dificultad extrema. Con un jugador de un nivel tras estratosférico, incluso la final podía verse como un trámite, si no fuera porque…

… el rival era Alemania Federal, los especialistas en conseguir lo más inesperado cuando todo parece perdido. Un equipo que mantenía gran parte de la columna vertebral que se había proclamado subcampeona del torneo anterior, pues continuaban el controvertido arquero Schumacher, el extraordinario central Karl Heinz Förster, el pulmón Briegel o los atacantes Rummenigge y Pierre Littbarski, estos últimos iniciando su declive. También debutaba en este Mundial el genial centrocampista Lothar Matthäus, que mucho tiempo después se convertiría en el jugador con más partidos disputados en la historia del torneo, y la pareja Allofs-Völler en la punta de ataque, dos goleadores de estilos diferentes; oportunista y potente Rudi, más técnico Klaus. También hay que destacar las apariciones del medio Felix Magath, uno de los futbolistas con más clase que diera Alemania en la década de los ochenta, y el elegante defensor Thomas Berthold.

Como suele ser habitual, los alemanes habían cubierto su camino hasta el Estadio Azteca basándose en la potencia y el espíritu ganador más que en la brillantez y el juego combinativo. No hicieron una buena fase previa, donde cayeron ante la Dinamarca de Laudrup y Elkjaer-Larsen, pero lograron pasar como segundos de grupo. En octavos eliminaron a Marruecos (que por cierto era la primera selección africana en pasar la primera fase de un Mundial) en un partido infame, que sólo se resolvió con un golpe franco al borde del tiempo que lanzó Matthäus y no pudo atajar Ezaki Badou. En cuartos se las vieron con los anfitriones mexicanos, quienes no fueron capaces de marcar a pesar de jugar gran parte del tiempo con un jugador más por expulsión de Berthold. Los penalties, como ha ocurrido siempre en los Mundiales, sonrieron a la Mannschaft.




La semifinal emparejó a los alemanes con Francia, en reedición del partido vivido en idénticas circunstancias cuatro años antes. Los galos partían como claros favoritos, con la generación de Platini y Giresse en su apogeo y viniendo de eliminar al campeón del mundo y a Brasil. Sin embargo, el talentudo once del gallo jamás se encontró a gusto en el partido de fuerza y choque que propusieron los alemanes, que pronto se ponían por delante en un error lamentable del arquero Bats. El partido transcurrió sin goles y también sin demasiadas oportunidades, hasta que lo cerró Rudi Völler sobre la campana con ese típico gol de contragolpe que marca un ratonero cuando el rival está lanzado. Quizá la clave estuvo en el estupendo marcaje de Rolff sobre Platini, que borrado del juego veía pasar su última esperanza de proclamarse campeón del Mundo. De todos modos, el fútbol había contraído una deuda con Francia que acabaría pagándose.

El mayor debate de la final era adivinar qué marcaje iba a ordenar Beckenbauer sobre Maradona, pues esta decisión sería clave en el desarrollo de la final. El Kaiser, recordando a Schön veinte años antes, sacrificó a un hombre creativo como Matthäus para frenar la genialidad de Diego; a posteriori, se puede decir que la decisión fue correcta, pues el peso del Pelusa en el partido fue sensiblemente inferior a los anteriores. Sin embargo, una genialidad aislada suya acabó decidiendo el torneo.

Antes de ello, se había visto un partido muy táctico, especialmente en la primera parte. Inoperantes los cerebros del medio por los motivos que hemos reseñado, el miedo y el orden táctico predominaron en la primera media hora de juego, en la que apenas hubo oportunidades de gol, aunque Argentina controlaba el tempo, con Batista barriendo cerca del área y Enrique jugando muy fácil. Sin embargo, no se desbloqueó la contienda hasta que el libre Brown cazó un ajustadísimo remate que se clavó junto al poste de Schumacher. Faltaban pocos minutos para el fin de la primera parte, y el partido se había roto.

Tras la reanudación, Alemania salió con más ganas y adelantó líneas, pero se notaba la escasez de producción de Hans-Peter Briegel, muy vigilado por Valdano. Precisamente de este emparejamiento nació el segundo gol argentino: el de Las Parejas robó el balón en su área, soltó la bola, realizó un impresionante sprint hacia el área contraria, recibió de nuevo y fusiló al arquero alemán en el mano a mano. Era el 2-0, y el minuto 56.

Tras un rato en el que parecieron muy cerca del KO, los alemanes se rearmaron, aparcaron todo tipo de florituras y se lanzaron sobre la meta de Pumpido a base de pelotazos y balones bombeados. Völler y posteriormente Hoeness se imponían cada vez más al trío Cuciuffo-Ruggeri-Brown, a pesar de que estos intentaban emplear todo tipo de artimañas para bloquear a los atacantes. Y a diecisiete minutos del final, pasó lo que se mascaba: balón el área pequeña que caza Rummenigge y acorta distancias. Y casi sin tiempo de recuperación Rudi Völler remata un córner con prolongación que supone el empate. El sueño se vuelve por momentos pesadilla para los argentinos, y Alemania es más Alemania que nunca.

Pero un equipo donde juega Maradona siempre tiene una última bala en el revólver. Y quizá en su única acción brillante del partido, con dos rivales encima, consiguó colar el balón por un resquicio a Burruchaga, que como siempre le daba salida. El centrocampista del Nantes no falló, y elevó a Argentina a los cielos. Fue justo, sin duda, pues si Argentina no se puede decir que fuera superior en la final, la Copa era el mínimo premio que merecía Maradona por la exhibición realizada durante todo el torneo. Un monumento al fútbol.

ALINEACIONES: Argentina: Pumpido, Brown, Cucciuffo, Olarticoechea, Ruggeri, Giusti, Batista, Maradona, Enrique, Burruchaga, (Trobbiani 89 m.) y Valdano. RFA: Schumacher, Jakobs, Berthold, Förster, Briegel, Matthäus, Brehme, Magath (Hoeness 63 m.), Eder, Rummenigge, Allofs (Völler 46 m.).




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