jueves, 27 de agosto de 2009
BIERHOFF , EL CHICO DE ORO DEL FUTBOL ALEMÁN
El 30 de junio de 1996 se midieron en el estadio Wembley de Londres las selecciones de Alemania y la República Checa. Era la final de la Eurocopa en el país en el que se había inventado el fútbol. Estas dos selecciones ya se habían enfrentado en la primera fase del torneo con victoria para los germanos por 2-0 gracias a los goles de Andreas Möller y Christian Ziege. Aquel había sido el primer encuentro de ambos conjuntos en el Torneo, pero la final prometía ser muy diferente.
Los checos habían ido de menos a más a lo largo de toda la Eurocopa, mientras que los alemanes habían sido el habitual rodillo que destrozaba a sus rivales. No había un favorito claro, pero las casas de apuestas inglesas pagaban menos por la vicotoria de la 'Mannschaft'. Sin embargo, los checos estaban dispuestos a dar la sorpresa y se adelantaron en el marcador, merced a un gol de penalti anotado por Patrick Berger en el minuto 59. Alemania no se podía permitir perder la final, por lo que el seleccionador alemán decidió quemar todas sus naves y puso sobre el campo a Oliver Bierhoff, un 'tanque' que no había marcado ningún gol en toda la Eurocopa.
El revulsivo de Berti Vogts era un delantero de la típica escuela alemana. Con casi dos metros de alto era casi insuperable en el juego aéreo e inamovible dentro del área. Bierhoff utilizaba muy bien su cuerpo para esconder el balón y de esta manera esperar a que sus compañeros llegaran desde atrás o a prolongar los balones en las segundas jugadas.
Bierhoff no podrá olvidar nunca los minutos que estuvo sobre el césped de Wembley. Entró como revulsivo y se convirtió en el hombre que le dio el título a su país. El delantero empató el encuentro en el 73' y se llegó a la prórroga. Ese tiempo extra convirtió a Bierhoff en leyenda, puesto que fue el primer jugador que marcó un gol de oro en un gran torneo. La FIFA decidió la instauración de esa norma, a partir de la cual si algún equipo marcaba un gol en el tiempo suplementario el partido acabaría en ese mismo instante. Bierhoff lo consiguió en el 116' de aquella final, por lo que Alemania era de nuevo Campeona de Europa.
A partir de ese momento el delantero se convirtió en una celebridad en un país del cual había salido por la puerta de atrás para buscar suerte en el fútbol. Bierhoff no había marcado muchos goles en la Bundesliga, por lo que decidió marcharse al Salzburgo de la liga austriaca. En el país vecino anotó 23 tantos en 32 encuentros, que le sirvieron para que el Ascoli italiano apostara por él.
No se cansó de meter goles en el Calcio
Al modesto conjunto llegó un delantero prácticamente desconocido. Era muy grande y con un gran juego aéreo, pero no era un dechado de virtudes, sin embargo metía goles, muchos goles. En Ascoli permaneció cuatro temporadas, en las que marcó 48 goles en 117 partidos. Bierhoff ya había demostrado que en un equipo pequeño era capaz de meter goles. El Udinese decidió apostar por él y se marchó al Friuli.
En sus tres temporadas en Udine (1995-1998) vivió su mejor época. Hay muy pocos delanteros que sean capaces de marcar 57 goles en 86 partidos, pero Bierhoff lo consiguió en una liga tan dura y competitiva como la italiana de los años 90. En su último año en el Udinese se convirtió en el máximo goleador del calcio con 27 dianas. Un hecho como ese no pasó desapercibido y Berlusconi pensó que si era capaz de meter tantos goles en el Udinese, en Milan haría maravillas.
Pero el dueño del club rossonero se confundió en parte. Bierhoff siguió marcando goles, pero no al mismo nivel que en el Udinese. Promedió 0,41 goles por partido en las tres temporadas que estuvo en San Siro, un promedio muy inferior al logrado en el Friuli, pero que le sirvió para ganar el Calcio en su primera temporada en Milan. En las dos siguientes no hubo títulos y los dirigentes milanistas decidieron que lo mejor para Bierhoff era que se marchara al Mónaco.
La aventura francesa no le fue del todo bien, sólo duró un año y decidió volverse a Italia, a otro club modesto como lo era el Chievo Verona. Su carrera tocaba a su fin, porque la edad y las lesiones no perdonan. Permaneció sólo un año allí antes de colgar las botas, pero Bierhoff se fue como un grande. En su último partido como profesional anotó un 'hat-trick' ante la Juve, aunque los turineses se impusieron por 4-3. Tras el encuentro, Bierhoff declaró: "Le doy las gracias a Italia por ser mi casa estos últimos once años y por darme tantos amigos".
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