A muchos de los que os consideréis futboleros os sonará este nombre. Pero pocos conocerán su verdadera y trágica historia. Matthias Sindelar, el mejor futbolista austríaco de todos los tiempos; el “Mozart del fútbol”.
Austria fue una de las selecciones semifinalistas del Mundial de Italia 1934. En aquella semifinal hubieron de enfrentarse a los anfitriones, Italia, y sólo un robo de partido en un Mundial politizado los privó de jugar aquella final. En aquel partido, como en todos los anteriores que Austria disputó en aquella fase final sobresalió un joven futbolista austríaco: Matthias Sindelar. Era un mago del balón; un jugador con un olfato goleador fuera de lo común y eso no le pasó desapercibido al mundo.
Sin embargo, la situación política mundial empeoró en aquellos años. En Italia, en aquel Mundia, il Duce, Mussolini ya había empezado a mostrar las formas fascistas. En Alemania era un joven caudillo, Hitler, el que se hacía con el control de la Cancillería alemana. Apenas 3 años más tarde, Alemania terminó anexionándose Austria, mientras el Tercer Reich y el nazismo poco a poco iba devorando Europa. Estaban a las puertas de la Segunda Guerra Mundial.
En Francia se celebraba el Mundial de 1938, y Alemania se clasificó para la fase final. Como es lógico, y tal y como ocurriera 4 años antes con Italia, la selección alemana estaba totalmente influenciada por sus gobernantes. Matthias Sindelar, a pesar de ser austríaco, y además, judío, fue llamado a jugar en la selección alemana, ya que Austria ya formaba parte del III Reich. El, como otros grandes jugadores de aquella gran selección de Austria del 34 pasaron a formar parte de una potentísima Alemania.
Sin embargo, era costumbre entre los seleccionados, que antes de empezar el partido, y mientras sonaba el himno, levantaran el brazo haciendo el típico saludo nazi. Matthias Sindelar fiel a sus ideas se negó y renunció a jugar en la selección alemana.
Automáticamente se le consideró enemigo del régimen y fue perseguido por los nazis. Oculto durante meses, hubo de abandonar la profesión que tanto quería y por más que lo intentó no pudo escapar como hicieran otros compañeros. Nausch, capitán de la antigua selección austriaca había sido obligado a divorciarse de su esposa, judía, pero se negó y consiguió huir a Suiza. Sindelar, no. Permaneció oculto con su esposa, Camila.
La presión sobre el pueblo judío comenzó a ser asfixiante. Empezó a limitárseles las entradas a muchos sitios, se les privó del carnet, se les asediaron en ghetos, y se les prohibió las escuelas y muchos otros derechos. Al poco tiempo empezó el exterminio y los campos de concentración. Matthias Sindelar y su esposa continuában escondidos con el miedo de ser capturados en cualquier momento y enviados a esos campos de concentración.
El 22 de enero de 1939, Matthias Sindelar y su esposa se suicidaron inhalando gas de su cocina. Sin embargo, otros dicen que fueron asesinados cuando un compañero de selección les denunció.
Sea como fuere, aquel triste suceso causó tanto impacto que durante 15 días las oficinas del club en el que jugaba se inundaron de cartas de pésame. Tantas que el correo de la ciudad se colapsó. Tantas que a su entierro, y a pesar de la persecución nazi, asistieron más de 40.000 personas, mientras las tropas nazis las rodeaban en previsión de posibles altercados.
Matthias Sindelar tuvo poco tiempo de brillar. Le cortaron las alas en el mundo del fútbol y en su vida. Pero su historia y su música quedó viva para siempre. El “Mozart” del fútbol es aún hoy el mejor futbolista que jamás haya dado Austria.
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